En un planeta lleno de animales que pueden poner en riesgo la vida de un ser humano, el más letal de todos es uno de los más pequeños: el mosquito. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700.000 personas mueren cada año por enfermedades transmitidas por este y otros insectos voladores, como los flebótomos. Un riesgo del que España se ha librado en las últimas seis décadas gracias a la erradicación de la malaria en 1964 y al fin de las recurrentes epidemias de dolencias tropicales —fiebre amarilla, dengue…— con las que hasta hace un siglo el tráfico marítimo castigaba a las ciudades portuarias.
“Varias generaciones de españoles hemos tenido la suerte de vivir en un tiempo en el que los mosquitos solo han sido una molestia del verano. Lo hemos acabado considerando como algo normal, pero lo cierto es que se trata de una excepción histórica”, explica el entomólogo Rubén Bueno, director del Centro de Excelencia en Control de Vectores en Rentokil Europa, una de las grandes empresas mundiales de control de plagas.
La fiebre del Nilo y el dengue son las dos enfermedades más destacadas que amenazan con convertirse en un grave problema de salud pública en España. La primera causó hace tres años el primer gran brote en el país, con 77 casos graves y ocho fallecidos en Andalucía y ahora vive una rápida expansión por la Península Ibérica: este año han sido diagnosticados casos humanos en ocho provincias, cinco más que el año pasado. La segunda, ha alertado recientemente el director científico de la OMS, Jeremy Farrar, “despegará en la próxima década” en el sur de Europa. En lo que va de año, un total de 81 enfermos han sido diagnosticados en Italia, Francia y España en 10 episodios distintos de transmisión local a través del mosquito tigre y a partir de casos importados.
Los patógenos transmitidos por insectos voladores vigilados por los expertos, sin embargo, son muchos más. El cambio climático, la globalización, especies invasoras, nuevos conocimientos sobre patógenos que ya llevan tiempo con nosotros… Las razones que impulsan la preocupación por las enfermedades emergentes son variadas, pero todas conducen a la necesidad de cambiar algunos hábitos. Es importante prevenir las picaduras, especialmente entre las personas más vulnerables (niños pequeños, mayores, inmunodeprimidos…), pero también evitar que patios y terrazas se conviertan en focos de cría gracias a objetos abandonados que puedan acumular agua.
Incluso al viajar deberíamos cambiar algunas cosas. “Tenemos que ser especialmente cuidadosos al regresar de zonas en las que circulen virus como el dengue, zika, chikungunya… El mosquito tigre está establecido en buena parte de España y si nos pica cuando estamos en fase de viremia [cuando la presencia del virus en sangre es mayor], podemos ser el origen de un brote. Aunque nos encontremos bien, porque estás infecciones cursan a menudo de forma asintomática. Es necesario prevenir los mosquitos en los países de destino, pero también durante los primeros siete días al volver”, explica Lucía García San Miguel, del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad.
Las que siguen son las enfermedades más importantes transmitidos por mosquitos y flebótomos cuya circulación puede suponer un riesgo para la población en España:
Fiebre del Nilo Occidental
Transmitido por especies de mosquitos autóctonas, la más común el Culex pipiens —también conocido como mosquito común o trompetero—, es el virus emergente con mayor impacto en Europa y España. Está en franca expansión desde que “empezó a causar los primeros brotes en humanos de Europa en el Valle del Po (Italia) en 2008 y en el norte de Grecia en 2010”, explica Miguel Ángel Jiménez Clavero, investigador del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC). Desde entonces, la dolencia ha causado más de 6.000 casos graves y 500 fallecimientos en el continente.
En España, la primera identificación del virus fue en aves de Doñana en 2004 y los casos en humanos fueron a partir de ese año esporádicos. Hasta el brote de 2020, que golpeó a las provincias de Sevilla, Cádiz y Badajoz. “Era el año de la pandemia y, justo cuando empezábamos a reponernos de lo peor de la primera ola, notamos un incremento de los ingresos graves por meningo-encefalitis. Es la complicación más grave de la infección y suelen sufrirla un 1% de los infectados”, afirma José Miguel Cisneros, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Virgen del Rocío (Sevilla).
Desde 2020, cada verano se han vuelto a diagnosticar casos autóctonos en España y cada vez en más provincias. El año pasado, la enfermedad fue detectada por primera vez en pacientes Córdoba y Tarragona, y este año en Huelva, Cáceres, Valencia, Barcelona y Toledo. Las comunidades han informado en total de una quincena de casos y la muerte de una mujer de 84 en Huelva, mientras Extremadura investiga una segunda muerte previsiblemente relacionada con el virus en un hombre de 77 años que falleció el pasado domingo en Badajoz.
El virus, que no se transmite de persona en persona y confiere inmunidad duradera al haberlo pasado una vez, circula ampliamente entre aves y mosquitos en zonas húmedas de la costa mediterránea y de la mitad sur de la península, donde también afecta a caballos. El control de las poblaciones de mosquitos culex por las administraciones y las medidas de autoprotección son la mejor vía para contener la expansión de la enfermedad.
Usutu
Al igual del de la fiebre del Nilo, es del género flavivirus y circula entre aves y mosquitos, por lo que comparten muchos ecosistemas y a menudo son encontrados en los mismos espacios. También son transmitidos por mosquitos del género Culex. “Esta más extendido que el de la fiebre del Nilo y se sospecha que puede estar en expansión, aunque no ha sido muy estudiado porque, en general, los síntomas que provoca son de escasa entidad. Produce cuadros leves con fiebre y rash cutáneo que dura unos días, y solo hay algunos casos graves identificados en pacientes inmunodeprimidos en Italia y Croacia”, explica Clavero. En España, fue detectado por primera vez en aves del Delta del Llobregat en 2006 (Barcelona), aunque no se han diagnosticado casos humanos.
El mayor trabajo sobre la presencia del virus en Europa ha sido publicado recientemente en la revista Eurosurveillance, que recoge un centenar de casos humanos —una decena con afectación neurológica— en ocho países del continente entre 2012 y 2021. El estudio revela que el patógeno ha sido identificado en España en ejemplares de caballos, ciervos y también en animales de zoológico como rinocerontes, chimpancés y osos panda gigantes, presumiblemente del Zoo de Madrid (el único de España en el que vive esta última especie). “El impacto del virus para la salud humana debería ser evaluado de forma más completa”, concluye el estudio.
Dengue
Es una enfermedad endémica de buena parte de las zonas tropicales de América, Asia y África, donde ha provocado millones de casos y miles de muertes en los dos últimos años. Transmitido por mosquitos del género Aedes, el más eficiente de ellos, el aegypti no está actualmente presente en España tras haber sido frenada con éxito su irrupción dos veces en las Islas Canarias en los últimos años.
Es el mosquito tigre (Aedes albopictus), una especie invasora presente desde 2004 en España —en toda la costa mediterránea y algunas zonas del interior— el que está causando brotes locales en el sur de Europa. “El origen de estos brotes son los casos importados en viajeros. El turismo actúa como un termómetro de la situación mundial: si la circulación del virus en el mundo es elevada, también crecen los casos importados”, explica Marta Díaz Menéndez, responsable de la Unidad de Patología Importada y Salud Internacional del Hospital Carlos III (Madrid).
Los primeros brotes de dengue autóctono detectados en Europa fueron en 2010 en Croacia y Francia. En España, el primero sucedió en 2018 en Murcia, y en Italia en 2020. La tendencia es marcadamente al alza y los esporádicos contagios iniciales se cuentan ahora por decenas. Este año ya han sido 81 —49 en Italia, 31 en Francia y uno en España, en Cambrils (Tarragona)— y las previsiones son que las notificaciones, que suelen hacerse con algunas semanas de retraso, sigan creciendo hasta la llegada del frío, cuando el mosquito tigre interrumpe su actividad.
Para Rubén Bueno, estamos ante un cambio “irreversible”. “No creo que haya marcha atrás. Nos queda un gran trabajo por delante de control de los mosquitos y vigilancia del virus, pero no creo que sea posible erradicarlos. Nuestro objetivo debe ser limitar en lo posible el impacto de la enfermedad”, explica.
Un trabajo que comienza en las consultas a las que acuden los viajeros que regresan enfermos, , explica Tomás Montalvo, entomólogo de la Agencia de Salud Pública de Barcelona. “El protocolo se activa con la sospecha de un caso importado. El objetivo es avanzarnos a un posible caso o brote local activando las actuaciones de prevención sin esperar a la confirmación de los resultados por el laboratorio”, explica. Estas actuaciones incluyen una encuesta epidemiológica al paciente, la visita de los especialistas a los lugares en los que haya estado si se sospecha la presencia de mosquitos y la colocación de trampas. “En el caso detectarse ejemplares adultos con el virus, se adoptan medidas adicionales para acabar con ellos”, añade Montalvo.
El mosquito tigre también puede transmitir otras enfermedades tropicales como el chikungunya y el zika, como ya ha ocurrido en años anteriores en Francia e Italia.
Toscana
El Toscana es el más relevante Phlebovirus, un género de patógenos normalmente bautizados por el lugar en el que primero fueron identificados. Un informe del Ministerio de Sanidad incluye 11 especies, de las que cuatro —Toscana, Granada, Arbia y Arrabida— han sido detectadas en España en mamíferos o flebótomos. Este insecto volador, que a primera vista puede parecer un cruce entre una mosca pequeña y un mosquito, es el transmisor de estos virus. De otros dos, llamados Nápoles y Sicilia, hay indicios de su presencia en España, aunque no han sido confirmados, según otro estudio.
“El virus más grave es el Toscana, que llega a provocar cuadros de meningo-encefalitis. Aunque todavía desconocemos muchas cosas sobre él, entre ellas la incidencia real, porque hay muchos hospitales en los que no se llega a identificar. Cerca del 90% de las infecciones son asintomáticas y el resto causan un cuadro pseudogripal, de los que menos de uno de cada 10 evoluciona hacia complicaciones”, explica José María Navarro, jefe de servicio de Microbiología del Hospital Virgen de las Nieves (Granada), de referencia para Andalucía de enfermedades virales. El informe de Sanidad, elaborado en 2019, incluye 64 casos de Toscana descritos en España, el primero de ellos hace 30 años en un turista sueco que había viajado a Cataluña (otras fuentes señalan que el destino había sido Baleares).
“El virus Granada lo identificamos por primera vez en nuestro hospital con ayuda del Centro Nacional de Microbiología”, añade Navarro. En cualquier caso, el Toscana y el Granada parecen ser virus muy presentes en algunas zonas de la costa mediterránea —algunos estudios apuntan que en ellas entre el 15% y el 25% de las personas han estado en contacto con ellos— y de los que falta mucho por conocer todavía.
Los flebótomos son también los transmisores de la leishmaniasis, una grave enfermedad que afecta a los perros y a otros mamíferos (entre ellos el hombre) como el hombre, aunque en este caso no está causada por un virus sino por un protozoo parásito. Beatriz Fernández Martínez, epidemióloga del Centro Nacional de Epidemiología y autora de un reciente estudio sobre la incidencia de la enfermedad en España, explica que “existe un debate sobre si esta es una enfermedad emergente o no, aunque hay estudios que apuntan a que su presencia está creciendo hacia el norte”.
“En cualquier caso, las medidas de precaución para evitar picaduras de flebótomos son las mismas que con los mosquitos: uso de repelentes, ropa que cubra todo el cuerpo…”, añade. Estos insectos, sin embargo, tienen formas de vida distintas a los mosquitos, lo que puede dificultar su control. “Están muy extendidos por todo el territorio y buscan zonas húmedas, especialmente si hay materia orgánica. Por eso es importante evitar estar mucho rato en sótanos y espacios similares, y también arreglar grietas y desperfectos similares, porque es donde suelen habitar”, explica esta experta.
Malaria y fiebre amarilla
La ausencia en España del Aedes aegypti y el estrecho control de la enfermedad en todo el mundo no hacen temer la irrupción de la fiebre amarilla en España, donde sí hizo periódicas irrupciones en el siglo XIX. Barcelona, por ejemplo, sufrió dos grandes epidemias en 1821 y 1870 que causaron en conjunto casi 10.000 muertes.
La malaria, causada por un parásito que infecta la sangre y que históricamente era común en buena parte de las zonas húmedas de la península, sí tiene España el vector que podría causar contagios locales a partir de casos importados: los mosquitos del género Anófeles. Sin embargo, las labores de vigilancia epidemiológica y de control de los insectos hacen muy improbable un brote importante. El último episodio de estas características registrado en Europa ocurrió en 2011 en el sur de Grecia, con 46 casos locales en Evrotas.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites