Imaginemos por un momento que existiera una máquina del tiempo con la que regresar a 1998. Fue el año en el que se fundó (a alguien le sonará) Google, en el que Titanic arrasó en los Oscar con 11 premios y en el que Francia humilló en la final del Mundial de fútbol a Brasil. Aquel mismo año, José Saramago se alzó con el Nobel de Literatura y uno de los políticos más influyentes del siglo XX, Nelson Mandela, gobernaba en Sudáfrica tras la reconciliación nacional que siguió al régimen racial del apartheid.
Decía Mandela, quien cinco años antes fue galardonado con el Nobel de la Paz, que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Una filosofía, la transformación de lo existente para arrojarle una nueva luz, que inspiró, también en 1998, la creación de la Fundación Endesa, que acaba de cumplir ahora sus primeros 25 años de vida. Durante este tiempo, la institución ha evolucionado, fortaleciendo áreas como la educación y manteniéndose siempre fiel a su esencia: contribuir al progreso de la sociedad y aportar ideas que refuercen la convivencia necesaria para seguir avanzando.
Su lema, Convivir es progresar, ya es toda una declaración de intenciones. Para aportar el mayor impacto positivo posible a la sociedad, la fundación ha centrado su actividad en cinco ejes de actuación: Formación para el empleo, Biodiversidad urbana, Cultura, Voluntariado corporativo… y Educación. Este último aspecto es esencial para crear una sociedad con más oportunidades que sea capaz de preparar a los profesionales del futuro. Consciente del reto, la Fundación Endesa ha puesto en marcha numerosas iniciativas vinculadas con la educación que comparten algo en común: calidad e innovación.
Dos ejes que se reflejan en la campaña protagonizada por el creador de contenidos e ingeniero físico Javier Santaolalla. Sumergido en los proyectos de la Fundación Endesa, ha encontrado en las iniciativas educativas de la entidad a algunos de los futuros físicos, ingenieros o expertos en energía de nuestro país.
Estos programas, que se desarrollan a lo largo de todo el ciclo formativo –desde Primaria a la Universidad– buscan fomentar el talento y el espíritu del conocimiento del alumnado, además de impulsar el cuidado y el compromiso con el entorno, la aproximación al mundo de la energía y el emprendimiento tecnológico en las aulas. Uno de sus proyectos educativos insignia es RetoTech, que este curso celebra su novena edición y persigue que los jóvenes desarrollen una idea tech que resuelva una necesidad real de su entorno como, por ejemplo, mejorar el sistema de reciclaje de su ciudad o facilitar la movilidad de alumnos con discapacidad en su escuela o instituto.
Desde el lanzamiento de RetoTech en 2016, cerca de 57.000 alumnos y más de 3.800 profesores han mejorado sus conocimientos tecnológicos
Para ello, los estudiantes deben recurrir a técnicas innovadoras como la robótica, la programación y el diseño e impresión 3D. La intención de RetoTech va un paso más allá, ya que quiere fomentar el estudio de las carreras STEM (vinculadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas) entre los jóvenes, sobre todo entre las niñas, ya que todavía hay pocas mujeres especializadas en estos ámbitos profesionales.
Un total de 215 colegios de Madrid, Andalucía, Aragón, Cataluña, Extremadura, Baleares y Canarias participan este año en RetoTech, el mayor reto de innovación y tecnología para jóvenes de España, dotado con 17 premios. Todos estos centros escolares reciben kits de materiales tecnológicos para que puedan trabajar desde el primer día, y los profesores obtienen formación semipresencial centrada en los contenidos del programa. En la evaluación final, que se expone al final del curso en los Festivales RetoTech, el jurado tiene en cuenta la originalidad y la creatividad del proyecto, las posibilidades de aplicarse a una necesidad real, la competencia técnica y el esfuerzo estético y artístico del trabajo. Desde el lanzamiento de esta iniciativa en 2016, cerca de 57.000 alumnos y más de 3.800 profesores han mejorado sus conocimientos tecnológicos.
¿Para qué sirve la energía?
Otra de las iniciativas educativas más destacadas es Endesa Educa, diseñada para enseñar y difundir conocimientos sobre la energía y su uso responsable en las clases de los más pequeños. Mediante numerosas actividades gratuitas, el proyecto incluye desde recursos didácticos y actividades online, hasta talleres educativos y visitas a instalaciones de energía renovable de la compañía energética. El año pasado, la plataforma Endesa Educa Digital congregó a 14.504 alumnos de tercero y cuarto de Primaria y a 281 profesores de 206 colegios de toda España.
Los participantes deben superar unos retos energéticos para llegar a la misión final, que es “salvar el mundo”. De esa manera, los niños y niñas se acercan al sector de la energía de una forma amena y divertida, y conocen cómo funciona, cómo se generan los recursos, las fórmulas para que su uso sea eficiente… Todo ello ayuda a crear conciencia social entre los menores y les inculca valores relacionados con la sostenibilidad medioambiental.
Otros proyectos educativos
La Fundación Endesa desarrolla, además, otros proyectos relacionados con el ámbito de la educación. Para mejorar la competencia ecobiosocial de docentes y estudiantes, promover un mayor conocimiento de la biodiversidad y estimular la cooperación con los agentes que protegen la naturaleza, impulsa los Premios a la Ecoinnovación.
Además, colabora con numerosas instituciones y diferentes universidades, con las que teje alianzas estratégicas, nuevos programas y cátedras. Un ejemplo son las Becas y Premios a la Excelencia Académica en la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid), para acompañar a sus alumnos desde el inicio hasta la finalización de sus estudios en ICADE y en ICAI, siempre y cuando mantengan la excelencia en su rendimiento académico. Además, junto a la Universidad de Georgetown (EE. UU.), desarrolla la Cátedra Príncipe de Asturias, que busca promover y exponer la realidad de España en Estados Unidos de la mano de prestigiosos profesores universitarios españoles.
Por último, la iniciativa Yo hablo código ha acercado los beneficios de la programación a 200 niños y jóvenes, muchos de ellos en situación de vulnerabilidad. Los menores han aprendido a programar y a trabajar en equipo la toma de decisiones, la motivación y la autoestima.