Imaginemos una encuesta entre consumidores al salir de una pescadería. Pregunta: ¿En qué sectores España es un país puntero? Seguro que mencionan, merecidamente, la sanidad, las infraestructuras o las energías renovables.
También es muy posible que esos hipotéticos encuestados en el comercio se lleven una lubina, una corvina, una trucha o un rodaballo cultivados por la acuicultura española, y sin embargo desconozcan que son el fruto de una de las actividades nacionales líderes en I+D a escala global. O lo que es lo mismo, en innovación para una alimentación que necesitaremos como el comer cuando en 2050 el crecimiento de la humanidad demande hasta un 70% más de víveres, señala Naciones Unidas.
Ni siquiera hay que irse tan lejos. Según Linda Fourdain, consultora de Acuicultura en la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), “la acuicultura ya es crucial para satisfacer la demanda de alimentos proteicos de alta calidad y materializar algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030″. Desde luego contribuye a los ODS sobre seguridad alimentaria o protección de los océanos, pero también a otros como el desarrollo económico local, el empleo digno o luchar contra el cambio climático. “Sí, la acuicultura española puede considerarse una referencia internacional en producción y calidad, así como por su progreso para gestionarse de forma sostenible”, añade la experta.
Si uno de los indicadores directos de esa capacidad es la publicación de papers o estudios científicos en publicaciones de referencia ⎯Aquaculture, por ejemplo⎯, España figura entre los cinco mayores del mundo. Ojo, en términos absolutos, sin ponderar el enorme tamaño de países que publican más como Estados Unidos o China. Otro dato fuera de lo común, por cierto: más de la mitad de quienes firman esos estudios españoles son mujeres investigadoras.
Tradición milenaria
¿Por qué España? Como todos los fenómenos complejos, tiene causas entrelazadas. Empezando por su tradición acuicultora desde los romanos y una pesquera aún más antigua, rasgos de identidad como una cultura gastronómica que no necesita a estas alturas signos de admiración, una geografía especialmente propicia ⎯8.000 kilómetros costeros, nueve grandes ríos, cauces fluviales de montaña y cuatro climas⎯ que sostiene la mayor variedad de especies de la acuicultura europea, con un 27% de la producción total en la Unión.
Y además el propio esfuerzo de la acuicultura española al evolucionar en apenas dos décadas de procesos aún tradicionales a esa tecnología puntera, con una coordinación fluida entre la realidad profesional a pie de calle y la investigación. Esa unidad en pos del mismo objetivo ⎯que las próximas generaciones sigan disfrutando una alimentación sabrosa, diversa, saludable, integradora y responsable con las personas y el medio ambiente⎯ resulta crucial, y no siempre se da entre empresa y ciencia.
“Un rasgo distintivo de España es la capacidad y la energía de sus acuicultores ⎯continúa Fourdain⎯ organizados en torno a asociaciones muy activas como Apromar [Asociación Empresarial de Acuicultura de España], lo que fomenta el intercambio de experiencias, la promoción y el liderazgo”.
Tal variedad de factores también explica la variedad de innovaciones que cubren el alfa y el omega de la actividad, con dos prioridades: la sostenibilidad y la calidad nutricional y gastronómica de sus productos, desde la cuidadosa selección de las Zonas Asignadas para la Acuicultura (AZAs) a una distribución capaz de surtir una mesa en apenas 24 horas, máximo 48.
Entre medias, analiza la nutrición específica para cada variedad ⎯uno de los temas mayoritarios en los papers⎯ para generar la proteína animal con menor consumo de tierra cultivable, menores emisiones y un uso más eficiente del agua en todo el sector alimentario. De hecho, devuelve esa agua a mares, ríos y lagos en las mismas o mejores condiciones gracias al uso de biofiltros. Desarrolla sistemas que monitorizan todos esos parámetros nutricionales y de bajo consumo para seguir afinando los procesos, transforma restos como caparazones o pieles en productos valiosos como ácido hialurónico o colágeno que avanzan hacia el cero residuo, y así desarrolla su potencial para cubrir las necesidades nutricionales de millones de seres humanos con especies tradicionales y otras menos conocidas como las macro y microalgas, un superalimento que además de nutrientes aporta confianza en el futuro.
Un rasgo distintivo de España es la capacidad y la energía de sus acuicultores organizados en torno a asociaciones muy activas como Apromar [Asociación Empresarial de Acuicultura de España], lo que fomenta el intercambio de experiencias, la promoción y el liderazgo
Linda Fourdain, consultora de Acuicultura en la FAO
Garazi Rodríguez Valle, responsable de los Planes de Producción y Comercialización de Apromar, apunta que todo ese conocimiento “permite analizar y mejorar el ciclo de vida completo de cada ejemplar de pescado con una trazabilidad total de todos los procesos”.
El resultado de esa innovación llega al plato y del plato pasa a la salud del comensal, que es de lo que se trata. Como explica Juan Manuel García de Lomas, gerente del Centro Tecnológico de Acuicultura en Andalucía (Ctaqua), esa calidad trabajada durante todo el camino suministra proteínas con un valor biológico muy superior al de otras fuentes, con aminoácidos esenciales para el cuerpo humano como la lisina y la metionina. “La composición lipídica del pescado de acuicultura es única y entraña múltiples beneficios para el desarrollo y el bienestar, además es una fuente importante de micronutrientes esenciales como las vitaminas D, A y B, o minerales como calcio, fósforo, yodo, zinc, hierro y selenio”. Buen provecho. Hoy, en 2030, en 2050 y siempre.