La Palomita llenó de transgresión clandestina y colorista los escasos huecos que la España franquista no lograba teñir de gris. A ratos vestida de dama, acompañada de amantes “machos” en sus noches de juventud, pero devota y enamorada hasta la muerte de su Joaquín. Su historia no se distancia tanto de La Lirio, La Zarzamora, La Parrala o La Otra, esas mujeres sin nombre de la copla andaluza. Pero, a diferencia de ellas, La Palomita tenía nombre, Antonio Millán, y un amor que sí tuvo un feliz desenlace. Millán era uno de esos muchos “mariquitas” —como él se llamaba a sí mismo— que rebuscó trazas de esa identidad LGTBI disidente en las letras de Rafael de León, el mayor autor de coplas de la historia del país, que no dudó en sembrar su versos de referencias homosexuales y hasta homoeróticas más o menos veladas.
Marqués de cuna (del Valle de la Reina, del Moscoso y conde Gómara, para más señas); poeta (aún discutido) de la Generación del 27 frecuente de cafés cantantes por elección; presumiblemente homosexual, pero exitoso superviviente en el franquismo, Rafael de León (1908, Sevilla-1982, Madrid) es un personaje con una vida en constante dicotomía. Ese ser de todos y de nadie a la vez quizás explica que su nombre cayese en el olvido al poco de su fallecimiento, arrastrado por un decaimiento de la copla que él ya empezó a vislumbrar en vida. Hasta que ahora el ensayo Querer como las locas. Pasiones maricas ocultas en la copla de Rafael de León (Editorial Cántico) se ha propuesto hacer una relectura de la prolífica obra del poeta con un nuevo enfoque. “Que todas las historias que cuentan las coplas de amor de Rafael de León son historias vividas por maricones (…) no es nada nuevo. Travestis y maricones lo hemos venido haciendo con persistencia durante generaciones”, explica Jesús Pascual, autor de la obra y premiado director del documental ¡Dolores, guapa!.
La revisión no pretende ser biográfica, ni podría serlo. El propio investigado, amigo y admirador de Federico García Lorca, ya se preocupó de proteger su vida privada tras un muro de discreción repetida hasta el sonrojo en la mayoría de las obras que se han escrito sobre él. Reyes de León, sobrina-nieta del autor y heredera de sus derechos de autor, ha buceado en sus manuscritos buscando referencias a un gran amor, pero no ha encontrado nada. “Quizás fue platónico, pero no un compañero”, asegura la joven, que está intentando impulsar la figura de su antepasado con una web de difusión y un perfil en Instagram, @rafaeldeleonpoeta. “Era celoso de su privacidad por su familia, para que no les llegase”, añade De León, dispuesta a romper ese tabú familiar, “aunque sin poner palabras en su boca”.
Tampoco es siquiera necesario, a lo largo de las más de 4.000 letras registradas del autor en la SGAE —algunas están repetidas, pero otras muchas no, por lo que podrían ser más—, se deslizan potentes insinuaciones “homoeróticas”, como apunta su sobrina, y homosexuales envueltas en ambigüedades que facilitaban burlar la censura. Esas migas de pan son mucho más evidentes en la poesía que no estaba pensada en su origen para ser musicalizada, como es el caso de Encuentro: “Me tropecé contigo en primavera, una tarde de sol, delgada y fina, y fuiste en mi espalda enredadera, y en mi cintura, lazo y serpentina. Me diste la blandura de tu cera, y yo la sal de mi salinas”. “Es sexo gay. Él se guarda de que las marcas de género sean ambiguas, que el tú y el yo poético no marquen diferencias de género”, apunta Pascual.
En otras creaciones, como en Mi amigo, directamente, un yo poético que se identifica con “el azul de vena” por su título nobiliario le pregunta al amante que se ausentó de noche: “¿Y por qué me causaste esta pena si sabes, ay amor, que eres mi amigo?”. Para Juan Carlos García Piedra, autor de Género gramatical y género erótico en la poesía de Rafael de León, no hay duda en el uso del eufemismo amigo “como término asociado en esa época a novio o a amante”. Pero tanta referencia LGTBI quedaba diluida cuando esas letras acababan musicalizadas para ser interpretadas por grandes folclóricas del momento (Rocío Jurado fue una de las que pusieron voz a Mi amigo), en cuya voz femenina se convertían en heteronormativas.
Fue en la copla donde más y mejor se detuvo De León, a la vista del evidente éxito que cosechó, muchos de la mano de los maestros Manuel Quiroga y Antonio Quintero, encargados del cuerpo dramático de la obra y de lo musical. Los tres llevaron a otra escala un género surgido en los años 20 del siglo XX hasta elevarlo a música de masas en el contexto de una dictadura que lo asumió como propio, ante la evidente carencia de programa cultural tras la guerra. En ese marco cerrado y controlado por la censura, el poeta sevillano fue capaz de concebir historias de amores alejados de la moral pacata del franquismo que se convertían en grandes éxitos pinchados sin cesar en la radio del momento. Y en esas composiciones Pascual también encuentra guiños al colectivo LGTBI, como esos títulos característicos con sobrenombres en femenino, al igual que ocurría con los motes “de los mariquitas andaluces”. El autor defiende en su estudio que esas mujeres nefandas, no consideradas mujeres-mujeres plenas para la moral de la época, eran asimilables a ese “mariquita que es un hombre-no-hombre”.
Esas protagonistas sin nombre que vivían amores trágicos y desgraciados, saeteados por el engaño o por relaciones ilegítimas, son para Pascual una clara referencia a cómo se vivía el amor homosexual en la época. “La experiencia de amor entre dos hombres no podía estar exenta de angustia y de peligro”, explica en su obra. “Todas las mujeres de la copla viven experiencias comunes: deseo muy fuerte, un sufrimiento, porque entregarse a ese deseo las lleva al borde del abismo y transgredir una norma. Sabes que lo que vas a tener es un señalamiento y aun así está esa fuerza del deseo. Eso tiene mucho en común con la experiencia homosexual en el franquismo”, añade el autor en conversación con EL PAÍS. En toda esa relectura de la obra del poeta aparece el paralelismo con La Palomita, un sevillano gay que Pascual entrevistó en 2020 para su documental, fallecido el año pasado y con el que el cineasta establece continuos paralelismos vitales.
Antes de que Pascual ahondase en su relectura queer de la copla del poeta sevillano, García Piedra en 2008 ya encontró migas de pan en las archiconocidas A tu vera (un amor prohibido cantado por Lola Flores, pero dedicado en 1951 a un hombre) o Novio (un romance en el que no puede haber boda, cantado por Concha Piquer, que también fue compuesto para un varón). Incluso existen relecturas más libres, como la que hace poco hizo @carambaballes en su perfil de TikTok sobre la asimilación de Un clavel con un encuentro homosexual y que la propia Reyes de León ha compartido en el perfil de Instagram dedicado a su tío.
El ensayo de Pascual se suma a la reciente tendencia de intentar rehabilitar la copla, a sus autores e intérpretes, después de que fuese denostada durante la Transición por su asimilación con el franquismo. Autoras como Lidia García —con su podcast y su ensayo ¡Ay, campaneras! Canciones para seguir adelante— también llevan tiempo enfrascadas en lecturas feministas y LGTBI del género. Y la propia Reyes de León, publicista de profesión, entendió que la figura de su tío abuelo bien merecía la “justicia poética” de rescatar y difundir su obra en redes sociales. De León imagina orgullosa a cuántos miembros del colectivo habrán ayudado las letras de su antepasado “en momentos duros para sentirse un poco identificados”.
“No entiendo que no se le conozca cuando es uno de los autores más prolíficos del siglo XX”, se queja la joven. Pero la heredera también ve atisbos de esperanza: ”A raíz de la cuenta también me han llegado muchos mensajes de gente joven. Creo que sigue ayudando al colectivo LGTBI muchísimo”. Pascual, que confiesa cómo la copla le ayudo a amenizar su confinamiento por la pandemia, solo espera que su ensayo dé pie a nuevas investigaciones y conversaciones sobre un poeta cuya pertenencia a la Generación del 27 aún es controvertida en los ámbitos académicos: “Es una figura que da muchísimo más de sí”. A fin de cuentas, no todos tienen el honor de poder presumir de ser el letrista español más mainstream de España durante décadas.
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