La historia del vaquero está cargada de simbolismo: sería el resistente uniforme de los buscadores de la fiebre del oro y, en cuestión de tiempo, de la clase trabajadora; saltaría a la cultura popular como un símbolo de esa rebeldía juvenil que James Dean o Elvis Presley encarnaron en los cincuenta; y, en el despertar social de los sesenta, estudiantes, activistas, hippies o feministas se echarían a las calles con pantalones índigo para enfrentarse al sistema y luchar por la equidad, convirtiéndose en un icono de la contracultura. La moda no solo ha contribuido a la democratización del vaquero, en la última década también ha desarrollado fórmulas para aprovechar sus atributos, como la resistencia o la reciclabilidad del tejido, y transformarlo en un aliado de la sostenibilidad.
¿A qué retos se enfrenta la industria del tejano? Al convertirse en una de las prendas más esenciales y populares del armario, con la experimentación de su composición y de los diferentes tonos y acabados, los tejanos también arrastran un gran impacto medioambiental. Diferentes estudios, como el elaborado por la Agencia de Medioambiente y Control de la Energía de Francia (Ademe), calculan que, para obtener unos vaqueros, se utilizan alrededor de 10.000 litros de agua, más de 10 kilos de colorantes y químicos y emite otros 13 kilos de CO₂ a la atmósfera. Cifras que habría que multiplicar por los 5.000 millones de vaqueros que, según la ONU, se fabrican anualmente.
Para Gema Gómez, directora y fundadora de la plataforma de formación en moda y sostenibilidad Slow Fashion Next, gran parte de esa huella medioambiental recae sobre el tejido: “En el origen de la fabricación de este tejido, la composición de la sarga de Nimes [el tejido que evolucionaría hasta lo que hoy conocemos como denim] solía ser 100% algodón y también se usaban otras materias muy interesantes, como el lino o el cáñamo, que le aportaban la resistencia que se necesitaba para su destino, que solían ser uniformes de trabajo. El problema vino cuando esta sarga realizada con dos hilos, uno azul índigo y uno blanco, se popularizó a partir de los años cincuenta y, en concreto, en los años 70, cuando se empezó a mezclar con elastano, lo que complica su reciclaje, por la dificultad de separar el tejido natural de este sintético”, señala la experta, sumando a la problemática el cambio de tintes naturales también por sintéticos.
El otro punto de atención recae sobre la fabricación en sí del vaquero, debido a la cantidad de agua y sustancias que se utilizan en los procesos de teñido y acabado. Razón por la que la industria lleva años revisando cada paso de la cadena, desde el material hasta el diseño final, para tratar de minimizar su huella hídrica y medioambiental y adaptar su diseño a la nueva industria circular.
Composición circular
“Lo bueno del denim es que es un material fuerte y duradero que funciona muy bien para el reciclaje, siempre y cuando contenga menos del 2% de elastano”, señala la ambientóloga Núria Nubiola, fundadora de Infinit Denim, una pequeña marca de Barcelona en la que reinventan las prendas vaqueras utilizando técnicas como el upcycling y transforman los retales sobrantes en un hilo nuevo. “Aprovechamos los restos de ese corte para hacer el triturado, pero el hilo resultante no es 100% vaquero. A través de distintos proyectos de innovación, hemos testado sus aplicaciones junto a fibras vegetales o de bajo impacto: el kapok [procedente de un árbol tropical], que aún no está muy de moda porque es más caro, pero es muy sostenible; el ecovero, en un porcentaje más elevado del habitual; el cáñamo o algodón preconsumo…”, enumera la experta. Un ejemplo de cómo se puede aprovechar el tejido y abrir sus posibilidades a diseños que no son necesariamente denim, como prendas de tricot o jerséis de punto circular.
A falta de que la Unión Europea defina las pautas de diseño con las que busca alinear la industria de acuerdo a los principios de la Economía Circular, muchas firmas han comenzado la transformación, aplicando una serie de criterios circulares que, en el caso del vaquero, tratan de volver al uso de materiales orgánicos y mejorar su reciclaje. En la composición, cada vez es más frecuente encontrar tejidos naturales, orgánicos o certificados, con un porcentaje mínimo de fibras recicladas. En la confección, los diseños monomateriales empiezan a ser la norma, con un uso mínimo de fornituras y elementos fácil de quitar, como cremalleras y botones extraíbles, para aprovechar cada centrímetro del vaquero. Porque no todos los jeans son iguales, aunque lo parezcan a simple vista. En el caso de Infinit Denim, esta apuesta por el reciclaje textil le ha permitido reducir en un 70% las emisiones de carbono y amortizar cada gota utilizada en la producción del tejido.
Teñir sin manchar
En 2019, Tejidos Royo donó a Unicef un millón de litros de agua potable para sus programas de agua y saneamiento. No se trataba solo de una cifra simbólica, sino de la cantidad de agua que el fabricante valenciano, pionero en la transición de la industria del denim hacia la sostenibilidad, había conseguido ahorrar con la introducción de su tecnología de tintura Dry Indigo. Frente al método convencional –que consiste en sumergir los hilos del tejido en grandes tanques de agua con color índigo y productos químicos para evitar la oxidación–, esta fórmula en espuma, con una cubierta de nitrógeno que protege el color, consigue teñir el hilo sin usar ni una gota de agua en el proceso, disminuyendo la cantidad de químicos en un 89%, el consumo de energía en un 65% y, en consecuencia, reduciendo a cero las aguas residuales.
Para frenar el uso de sustancias químicas, las soluciones biotecnológicas y los tintes de origen vegetal han comenzado a ganar terreno en los últimos años: la empresa Colorifix, con sede en Nepal, fabrica tintes a partir de la melaza, un subproducto del azúcar, reaprovechando así la explotación de este cultivo; Recycrom transforma las fibras de desecho textil en un polvo fino que se puede usar como pigmento; y Faber Futures, de la diseñadora de materiales Natsai Audrey Chieza, está revolucionando la industria gracias a una bacteria productora de pigmentos, Streptomyces coelicolor, que, dependiendo del nivel de pH en el que crece, produce un antibiótico de distintos colores –rosas, rojos, púrpuras o azules– que tiñen la tela de forma permanente.
Acabados tecnológicos
Los vaqueros no solo se convirtieron en un estandarte de juventud y rebeldía, su carga simbólica se proyectó sobre el diseño, elevando esos pantalones vividos de rockers y grunges, con desgastes y rotos, a la categoría de tendencia. Para conseguir ese efecto lavado, sin embargo, se utilizan técnicas que erosionan tanto el tejido como el planeta. En la guía de rediseño del denim, impulsada por la Fundación Ellen McArthur, insisten en la prohibición de técnicas como los lavados de piedra pómez, el sandblasting –un chorro de arena usado para desgastar el tejido— o el antioxidante permanganato de potasio; prácticas muy complejas debido a su toxicidad que ponen en riesgos la durabilidad de la prenda.
Lo cierto es que desde finales de los noventa existen métodos mucho más responsables y con menor huella hídrica, como el sistema de marcación por láser que la empresa de software valenciana Jeanologia creó en 1999. Como explica su directora de marketing, Carmen Silla: “Funciona como una fuente térmica que elimina el tinte índigo de los tejidos denim por sublimación, lo que significa la evaporación del índigo, pasando de forma sólida a gaseosa a través del calor”. Los diseñadores pueden crear un archivo digital con los estilos deseados, introducirlo en el sistema y, en cuestión de segundos, el láser lo transfiere sobre la prenda. “Esta tecnología también ha permitido reducir los costes operativos y mejorar el impacto medioambiental, ofreciendo infinitas posibilidades de diseño y acabado de prendas”, añade. Otro de sus puntos fuertes es su escalabilidad: actualmente hay 3.000 láseres de la empresa instalados en todo el mundo, el 30% de la producción mundial del denim.
El objetivo de esta empresa valenciana es minimizar el uso de agua y químicos de la industria y, para lograrlo, ha transformado cada paso de la cadena de producción, desde el tejido hasta el acabado, creando un ecosistema de tecnologías futuristas que reducen al mínimo su huella sin renunciar a la autenticidad del producto. Desde la firma calculan que de esta forma han conseguido reducir de cien a uno los litros de agua consumidos en el acabado de prendas, destacando la importancia que el ozono ha tenido en el proceso. “Nuestra tecnología G2 ozono, en lugar de realizar un lavado tradicional con agua, realiza un lavado a la atmósfera. Es decir, esta tecnología coge el aire de la atmósfera, extrae el oxígeno y lo transforma en gas ozono, el cual actúa como oxidante para envejecer las prendas de forma natural”, explica Silla. Los datos mejoran si se combina con la tecnología E-Flow, un sistema que en lugar de agua crea una nube de nanoburbujas que permiten transportar la cantidad justa de productos químicos a la prenda, con una medida mínima de agua y cero vertidos: el agua se reduce al 80% y los químicos un 70%.
Actuación sostenible
Del mismo modo que no hay que arreglar lo que no está roto, la industria de la moda propone no lavar los vaqueros si no están sucios. Iniciativas como No Wash Club (el club del no lavado) promueven entre los consumidores aprovechar las propiedades antibacterianas del denim y reducir el lavado a cada seis meses. Es posible que el propio CEO de Levi’s, Chip Bergh, sea recordado por confesar en un foro de sostenibilidad que, después de un año, los tejanos que llevaba puestos aún no habían pasado por la lavadora. Como apunta Núria Nubiola: “No solo ayuda a conservarlos, ya que en cada lavado hay un desgaste de los tejidos y los tintes. Levi’s hizo un estudio de la huella ambiental de los vaqueros y, partiendo de la vida útil de los mismos, que estaba en torno a ocho años, si los lavabas cada vez que te los ponías, había más impacto en ese consumo que en la producción”. Las firmas animan a sus clientes a airearlos o limpiar únicamente las manchas con un cepillo y jabón. Porque la sostenibilidad es un deber compartido. Los expertos proponen además mirar la composición antes de comprar y arreglar antes de tirar. Ya que esta prenda reina en nuestros armarios, mejor que lo haga de una manera respetuosa con el planeta.