Es curioso que Andrea Henry (Valencia), la presidenta del Consejo de la Juventud de España, reconozca que a sus 23 años no consigue llegar a los más jóvenes, a los que tienen menos de 20 años. No solo las empresas y los medios de comunicación prueban diferentes fórmulas en TikTok para intentar arrastrarlos. Los propios jóvenes entre sí no saben cómo atraerse entre tanto estímulo en las pantallas y cierta desafección. Henry, que antes fue presidenta de Canae (la confederación nacional de estudiantes), ha llevado al Consejo ―el órgano de representación de las nuevas generaciones desde los 14 a los 30 años, que cuenta con un presupuesto anual de un millón de euros del Estado― a la tele en varios debates de la Sexta, ha creado el podcast Jóvenes Eternos y ha hecho colaboraciones con mujeres que arrasan en redes como la cómica Penny Jai o la escritora Moderna de Pueblo.
También ha pagado el precio de la fama con varias campañas de odio contra ella en X (antes Twitter), con decenas de haters buscando fotos personales de ella con su familia y explotando algunos de sus rasgos físicos para humillarla. Ella, que asegura que el 90% de esos acosadores son hombres, dice que esta sociedad todavía no respeta a una mujer joven hablando de política. Graduada en Psicología y estudiante de máster, es la voz de una generación que lucha por intentar que los políticos les hagan caso en una sociedad en la que, frente a ellos (unos siete millones), los jubilados absorben el 40% de los Presupuestos Generales del Estado y las pensiones suponen un 60% de todo el gasto social del país.
Pregunta. ¿Cuál es la prioridad para el Consejo?
Respuesta. Desde que entré como presidenta hace algo más de un año, el trabajo ha sido parecido al de los anteriores equipos porque, por desgracia, los problemas de la juventud no han cambiado, seguimos hablando de empleo, vivienda, y salud mental. Hay una idea muy equivocada al creer que los problemas de los jóvenes se solucionan poniendo un psicólogo en cada esquina. Hace falta inversión en políticas públicas, tienen que contar con nosotros para el diseño de las leyes. Todos los políticos con los que nos reunimos están de acuerdo con nuestro diagnóstico, da igual el color, pero nadie propone soluciones. Los big boss del Congreso (de los Diputados) no están para la juventud, no figuramos en la escala de prioridades.
P. ¿Por qué no?
R. Es un tema sociológico. Cuando una persona es joven, le queda toda la vida por delante, y, desde fuera, los problemas se minimizan porque se cree que cuando pase a la etapa más adulta desaparecerán. La juventud es algo que pasa. Esta premisa lleva a que seamos ciudadanos de segunda. Pero la realidad es que cada vez la pobreza se alarga más, no es soplar las velas de los 30 y ver facilidades para tener un piso o un salario digno.
P. Cuesta entender que con la escalada de precios de los alquileres los jóvenes no se hayan echado a la calle. ¿Piensan que también esto pasará?
R. Es una de nuestras peticiones, que se nos tenga en cuenta desde el inicio del desarrollo de las leyes, y no al final cuando ya es imposible que el Congreso te apruebe una enmienda. Así no hay margen para el cambio. Una de las lagunas de la ley de vivienda es que no contempla el hecho de que ahora los jóvenes se independizan en habitaciones y no en pisos, ha faltado esa visión. Otro ejemplo, el bono del alquiler joven solo llega al 1% de la juventud, a unas 69.000 personas. Ha sido como una lotería que te toque esta ayuda, planteada hasta los 30 años, cuando la media de edad de la emancipación en España está en más de 30. No tiene sentido. En todos los capítulos de los Presupuestos Generales del Estado hay un informe del impacto en género, pues lo mismo tendrían que hacer con la juventud.
P. ¿Por qué no se hace desde el Consejo un llamamiento a la movilización por el tema de la vivienda?
R. Eso es algo que en su momento tuvo impacto, pero ahora la gente joven se mueve de otra manera. Hacemos campañas en redes sociales, recogidas de firmas… ahora los influencers hablan de salud mental.
P. Pero en muchos casos, hay un negocio detrás.
R. En la mayoría de casos, no. Ahora la gente con 14 años sabe lo que es un ataque de ansiedad, ahora saben cómo ayudar a un compañero que sufre un ataque de pánico.
P. Esas acciones de los influencers no están teniendo un impacto real en las políticas públicas, no están funcionando.
R. En las políticas públicas no, pero sí en el imaginario colectivo, en la concienciación. Muchas cosas de antes han desaparecido, por ejemplo, la idea del voluntariado de hace 40 años ya no funciona tampoco, cuando la gente se asociaba y pagaba una cuota religiosamente todos los meses. Ahora la gente se mueve por causas concretas.
P. ¿Se mueven desde casa con el ordenador?
R. Hay de todo. En la pandemia fue el colectivo que más se implicó en la ayuda a personas mayores que no podían salir de casa, el que más se volcó con los más desfavorecidos, dando apoyo a niños con los deberes. Y nos acusaron de ser los responsables de los contagios masivos. Nos criminalizan constantemente, cuando es el sistema el que nos ha fallado a nosotros. En casa se nos ha dicho siempre: “Cariño, tú estudia que te irá mejor”. Ahora que no hay trabajo para todos nos vuelven a culpar, ahora te dicen: ¿por qué has estudiado una carrera? Tendrías que haber hecho una FP. El mercado no se regula, se ofrecen plazas en las facultades sin calcular si serán absorbidas por el mercado, el sistema universitario lleva décadas siguiendo la misma inercia, cuando necesita una reforma profunda.
P. ¿Se sienten los jóvenes criminalizados?
R. Te lanzan la idea de que si te va mal es por tu culpa. Pero los datos están ahí: si analizamos a los menores de 35 años, hemos pasado del 70% con vivienda en propiedad en 2011, al 36% de la actualidad. Desde 2014, los precios del alquiler han subido cerca del 50% a nivel nacional. Pero el problema es que no te has esforzado lo suficiente. Cuando voy a una mesa de debate, el comentario boomer más habitual es que los jóvenes ya no tenemos hijos y que la natalidad está en caída libre. ¿De verdad creen que no los tenemos porque no queremos? ¿Nos hemos puesto todos de acuerdo? Hemos dejado de hacer cosas que hacían generaciones anteriores porque, simplemente, no podemos.
P. Hace poco una oleada de trolls la atacó en Twitter. ¿Cómo está?
R. Algunas de mis intervenciones en la tele no gustan. Lo entiendo y es respetable recibir comentarios en contra. El problema es que después de un debate sobre el programa Verano Joven del Gobierno (descuento del 30% en trenes de larga distancia, del 50% en media y del 80% en autobuses para menores de 30), empezó una avalancha de haters, cogieron fotos mías con mi familia y lo llevaron a lo personal, las críticas ya no iban al discurso, sino a mi físico. Solo buscaban incitar al odio. Se junta que soy mujer y joven, y piensan: esta chica qué va a saber de la vida si tiene 23 años. El 90% eran hombres. Bloqueé las cuentas. Jamás he visto que se metan con el físico de un hombre en la tele, pero no por ello voy a dejar de hacer mi función.
P. ¿Está costando llegar a los más jóvenes para que se unan al Consejo?
R. Sí. Intentamos estar más presentes en redes como TikTok, pero no es sencillo.
P. ¿Igual no se acercan tanto al Consejo por ser neutro, por no identificarse con ninguna ideología? A los jóvenes les atraen los extremos.
R. Ese es nuestro principal problema, buscar siempre un término medio. No somos apolíticos, sino apartidistas. Tenemos a jóvenes de todas las formaciones políticas y luchamos por nuestros derechos, independientemente de quién esté en el Gobierno. Nuestro punto fuerte es que intentamos buscar puntos comunes entre unas 50 entidades y unos 250 miembros. Nuestra misión es ser capaces de recoger su sentir y luchar por lo que es común a todos.
P. ¿Lo políticamente correcto ya no está de moda?
R. Hemos insistido al Gobierno con el ingreso mínimo vital que no era justo con los jóvenes, con leyes educativas… Pero nuestro mandato consiste en buscar el consenso y eso vende poco. Somos un grupo de presión y si eres joven y te apuntas a una asociación puedes venir a nuestras asambleas y aprobar medidas.
P. ¿Hay alguna acción concreta a corto plazo?
R. Queremos crear una comisión permanente de la juventud en el Congreso de los Diputados. En el Senado ya existe, pero claro, es solo consultiva, se creó hace cuatro años. Ahora, cuando tenemos una propuesta, tenemos que conseguir que un político nos reciba, nos reunimos a puerta cerrada y todo queda ahí. Con la comisión se celebraría una reunión mensual y plenos extraordinarios. Podríamos llevar allí nuestras propuestas y acudir a comparecencias concretas. Las competencias de juventud son autonómicas, pero eso no quita que se traten o que salga adelante una ley de juventud. Nuestra voz no puede quedarse encerrada en un despacho.
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